Existe en mi mente un
paralelismo entre los libros de viajeros dedicados a recorrer las tierras desconocidas
y consagrados a relatar historias quizás verídicas o ficticias, tal vez nunca
lo sabremos, y una manera más moderna o
racional de comprender el significado sutil que esos peregrinos reparaba del mundo y sus circunstancias.
Ese viaje, también es una
marcha hacia lo recóndito de nuestra alma, o debería serlo, al menos por
especulación intelectual, para comprender lo incomprensible de nosotros mismos.
El erudito inglés
Walter Map, estudió en la universidad de París y fue alumno de Gerard la Pucelle , como cortesano de
Enrique II fue enviado a misiones en diferentes cortes, pero su pasión por la
escritura lo llevó a regresar con
historias de vampiros y con la siguiente fábula referida en occidente y por primera vez en inglés:
La leyenda de la cabeza engendrada
en una tumba.
“En el sur de Chipre,
existía una región que en la antigüedad era abundante y próspera, pero que hoy se
halla infecunda y abandonada.
Bondadosa se erguía
una ciudad esplendorosa cuyos edificios aún pueden verse en ruinas.
Numerosos van a recorrerla,
pero nadie recomienda quedarse mucho tiempo, las advertencias son mandatos que
cruzan el inconciente colectivo a la velocidad de la luz para instalarse.
La historia cuenta que
una joven hermosa murió poco tiempo antes que su enamorado regresase. Los
viajes tienen esas cosas imperceptibles al conocimiento o a la medida de los
instantes humanos.
Preso de la locura fue
hasta su sepulcro, lo abrió y se acostó junto al cuerpo ya sin vida hasta la
mañana siguiente.
A los nueve meses, una
voz que llegaba de ninguna parte le
ordenó que abriese el panteón y observara su engendro.
Una cabeza monstruosa
salió volando del interior y deambuló con su visión fatídica hasta dejar
desolada toda la comarca”
En nuestra pobre
incomprensión de la realidad que nos rodea ¿no seremos capaces de fecundar y
generar situaciones que a posteriori nos enterrarán en situaciones terribles
por la simple pereza de delegar nuestra responsabilidad?
El inconciente sigue allí,
mirándonos, no consigue advertir al cuerpo social que lo sostiene, que su
conducta desequilibrada e inocente, es carne de cañón para los que manipulan el
poder de la confusión.
Oscar.
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