En el hueco de las manos
duerme una imagen expandida,
inundando con su aliento
y su presencia suspendida
cada lugar y recoveco,
como una realidad matizada.
Pasa y sobrevuela
igual que un pájaro olvidado,
el que a fuerza de costumbre
se convierte en cotidiano,
reposando en las cenizas
de las huellas malgastadas,
que llueven sobre las horas,
que golpean las sienes,
y con su vaivén pausado
de acercarse y detenerse,
forjan un camino de besos
y de soles regalados.
Figura grata que convoca,
dispuesta y por encima de cualquiera,
reconociendo en ti al mensajero,
al amigo y compañero,
que con incesante llamada
regresa y habita,
desenterrado del invierno,
fuera y dentro de todo,
libre y sin explicar nada.
Amparo.
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