sábado, 29 de diciembre de 2012

EL MUNDO DE YUPI




Uno de los deportes favoritos de esta sociedad es el de “aparentar”, la hipocresía y las falsas apariencias se instalan en la vida cotidiana de miles de personas, en una simulada realidad que seguramente les resulta más atractiva, importando bien poco las consecuencias que esta actitud antes o después va a desencadenar. En realidad lo que luego les suceda a este tipo de gente no me interesa en absoluto, pues cada cual es libre de hacer de su capa un sayo, y si para ellos este juego les reporta algún tipo de “felicidad” no seré yo quien les quite la ilusión, más eso no quita para que me moleste y mucho comprobar como una gran parte de la sociedad sustenta su día a día en la raíz de una mentira.
Últimamente he venido fijándome en lo que se me ha ocurrido llamar “la mujer efervescente”, y si me he detenido en la mujer no es porque no haya hombres “espumosos” (que los hay y muchos), sino porque mi condición femenina me identifica con las de mi sexo, y advertir ciertos comportamientos en ellas me produce más repelús que comer un limón a bocados.
Primero aclaro que cuando escribo “efervescente” no me refiero a una personalidad ardorosa o apasionada, más bien creo que justamente estas personas utilizan su esnobismo para compensar la carencia de pasión que tienen en sus vidas. Se me ocurrió este adjetivo porque me recuerdan a una especie de eclosión de burbujas de cava, muy atractivas, muy doradas, muy impacientes, siempre dispuestas a ser el centro de atención con su bandera de los “muys” como estandarte. Su lema es el de impresionar, parecer perfectas en todo momento, la mejor esposa, la mejor madre, la mejor profesional, la mejor anfitriona, la más delgada, la más alta, la mas rubia… Se desenvuelven como pez en el agua cuando tienen gente alrededor, haciendo alarde de una sofisticación exagerada, encantadas de la vida “recibiendo” en sus casas a invitados seguramente tan “relucientes” como ellas, a los que sirven una comida muy elegante que por supuesto no han preparado sus delicadas manos, o doradas bolitas de “Ferrero Rocher”, eso sí, con tantos brillos encima que parecieran un árbol de Navidad caminando. En fin, la excusa perfecta para hacer o conseguir cosas con las que asombrar a personas que seguramente detestan, pero… es que es tan bonito recibir halagos de los demás…
Algunas personas realmente se convierten en perfectos artistas de la hipocresía, viviendo en esa bola de nieve cada vez más enorme del creerse que “el tanto aparento, tango valgo” es el undécimo mandamiento a seguir, renegando de la autenticidad, y sintiéndose importantes en su mundo de poses y rituales, un esnobismo mundano donde el querer prevalece sobre el ser.
Lo más irónico del asunto es que ciertamente la mayoría de esos profesionales del “posado” tienen dinero, están bien situados económicamente, y no son precisamente las facturas lo que les quita el sueño, y tal vez por eso mismo me parecen mucho más patéticos que los que simplemente juegan al ser y no poder.
Alguien dijo una vez que es indispensable que el arte en general, y en este caso la escritura sirva para algo, para que haya actividades que no valen para nada, pero que es necesario que las haya… Y al igual que también se afirma que el universo es inacabado e imperfecto por culpa del sueño de Dios, las dos cosas las aplico a lo que he escrito.
Tengo sueño y me encanta escribir, son mis pensamientos, aunque sean desacertados.
Amparo.

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