Desde hace un tiempo que estoy
observando la publicidad con ojos muy escrutadores. Estoy muy cansada, por no
decir totalmente harta, de ver cómo los anunciantes manipulan sus mensajes de
forma plenamente deliberada para hacernos caer en ideas obsoletas y en muchos
casos denigrantes.
Y en referencia a este último
adjetivo me refiero al papel que desempeña la mujer en las campañas
publicitarias, ya que una de las prácticas más habituales es la de reducirnos a
simples objetos, sin personalidad ni identidad propia, bien agrupándonos a
todas en ese conjunto donde nuestro único rol es el de ama de casa, esposa y
madre, o bien en el clásico arquetipo de reclamo consumista a través del sexo.
La mujer es utilizada en gran
número de anuncios como señuelo erótico hacia el hombre, donde el cuerpo se
pone al servicio de la atención de los varones, como un simple adorno para
atraer las miradas del género masculino.
En gran número de campañas, el
hombre adopta un papel de sabiduría y experiencia, aportando “conocimiento”
sobre el producto del anuncio, mientras que la mujer es relegada a roles
únicamente relacionados con la sexualidad o su papel de ¿feliz? ama de casa.
Los anunciantes emplean toda clase de técnicas subliminales para manejar
nuestra conciencia sin que apenas nos demos cuenta de ello, agotando hasta la
saciedad los estereotipos y símbolos con los que van consumiendo las mentes más
manipulables.
Es muy paradójico que en el siglo
XXI, cuando más se está peleando por los derechos de las mujeres, y cuando más
voces se levantan en protesta por la desigualdad existente en muchos campos
sociales, tengamos que soportar la sutil pero constante influencia que este
tipo de publicidad provoca en el comportamiento de una sociedad, donde los
derechos que tanto se reclaman por una mujer emprendedora, útil e
independiente, se reemplacen por esa visión estancada, superflua y machista,
considerándola como algo “normal”.
Me cansa como deliberadamente se
intenta mostrar una figura femenina supuestamente “libre y moderna”, y que sin
embargo está atada sicológicamente a un papel de ser dependiente, sumisa, y sin
grandes dotes intelectuales. Me aburre hasta la saciedad escuchar voces en
“off” masculinas que con su “autoridad” característica son las que explican cómo
y por qué debemos comprar el producto en cuestión, dando a entender que son
quienes deciden. Me fastidia que se distorsionen las imágenes y los mensajes
para bombardearnos con lo que “ellos” y también algunas “ellas” intentan
meternos con calzador sobre lo que debe ser una mujer “perfecta”… Perfecta,
¿para quién?
Lamentablemente, la sociedad en
general, y la publicidad en este caso, se manejan por impulsos de poder y una
inagotable búsqueda de la felicidad rápida y sin consecuencias posteriores,
menospreciando en muchos casos la integridad y emociones de los consumidores.
Si este tipo de intencionados
“errores”, que parecen ser un tema menor son aceptados como algo habitual,
¿cómo se van a remediar las grandes desigualdades existentes entre hombre y
mujer?... Lo veo bien difícil.
Amparo.
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