Dos solitarios faroles se hacen guiños mutuamente colgados
sobre la callejuela, cortando con su luz rojiza y difusa cada milímetro del
cristal, y perfilando como si de gotas de sol se tratara, uno a uno los
contornos de las sombras. Me gusta imaginar que en algún punto lejano, tal vez
alguien está dibujando esos mismos colores y formas, quizá con palabras, quizá
con imágenes, estableciendo un arco monumental, inconsciente e invisible, que
une en la distancia el más ancho de los espacios, el más ignorado sentir, la
más incoherente de las consciencias.
Amparo.
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