jueves, 24 de enero de 2013

VARIACIÓN CORPUSCULAR




Si alguna vez existió una corriente,
una extraña pretensión,
la vulnerable quimera
de imaginar un destino sublime,
con oficio y licencia
para reunir a los amantes,
y redimir las edades alteradas,
cuando las conjeturas son fáciles,
y los dedos y las bocas duermen
sobre una dictadura de sábanas frías.

Si acaso compartimos similares momentos,
de perezosas inconstancias,
como capricho furioso que castigaba
el amor que menos amaba,
y por costumbre o desatino
practicábamos cualquier desvarío,
sembrando las consecuencias
de creernos dioses ambiguos.

Desde esos días inventados,
en los que el amor no era intención,
y la palabra ensayaba la cruel evasiva,
un susurro barrió la dolida pasión,
reunió las partículas en su justo empeño,
aunando el dominio,
conformando la razón,
acomodando la naturaleza
de lo que parecía insoportable,
absolviendo considerado
las antiguas reclamaciones,
anunciando la única sentencia.

El amor dejó de existir solitario.
Y entonces nos condenó.

Amparo
(Foto: Daria Endresen)

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