La posibilidad de conocer una verdad contiene en sí misma varios caminos perecederos, porque nuestra propia decepción reaccionaria no puede tolerar la crítica que nos devuelva a la pureza inicial de los primeros ancestros.
En ocasiones al arte representa una revuelta objetiva contra el desánimo de lo establecido, el escándalo de una mínima autenticidad que compartimos como sociedad nos desequilibra, transforma en perplejidad los valores que especulábamos como ciertos, indiscutibles, casi matemáticos.
Por eso el manejo de la riqueza no perdona su variación, por imperceptible que fuese busca siempre arraigarse como la piedra más salvaje.
Entonces, ¿cómo podemos conocer el sendero que nos ilumine?, aunque sea algo que nos de una señal pequeñísima sobre un objeto o un hecho.
El capital se mueve, tiene una ruta, debemos seguir ese curso desde el pasado y llegar hasta el presente, así sabremos que el dinero sujeta una idea que lo sostiene y lo preserva de posibles cambios de mano, no se trata de formas pues van mutando con el tiempo, son las representaciones mentales del poder las que siempre sobreviven en los mismos territorios que administran, y sobre todo, disponen a su entero antojo.
Podemos leer en un antiguo soneto del maestro Francisco de Quevedo escrito en el Siglo de Oro, explicar el tema del itinerario del dinero: “Nace en las Indias honrado/ donde el mundo le acompaña/ viene a morir a España/ y es en Génova enterrado”, y eran los banqueros genoveses quienes cambiaban moneda por metal, ante la solicitud de una monarquía que nunca supo generar economías dinámicas.
¿Cómo puede ud. pensar que un noble instalado intelectual y espiritualmente en el uso de antiguos privilegios va a considerar cualquier tipo de trabajo personal para emplazar esa energía de la laboriosidad para su pueblo y su bienestar? ¿Con qué motivo concebiría semejante responsabilidad y compromiso pudiendo vivir de rentas y beneficios heredados? Dígame ¿para qué?
Exceptuando Pericles, no reconozco otro gobernante mejor preparado que implementara acciones para su población, no digo que no exista, simplemente me gana la ignorancia.
Para cuando nuestro amado Quevedo murió la ruta del dinero había tomado un lugar más exótico, extravagante, el Caribe: Tortuga, Barbados, Jamaica, todas las islas donde actualmente se erigen los paraísos fiscales bajo el paraguas de Inglaterra.
Los estudios modernos indican a través de la Biblioteca del Archivo General de las Indias, que los piratas apenas hicieron daño a los tesoros españoles, se ha constatado que solían atacar pequeñas embarcaciones y hasta barcos pesqueros, porque las flotas cargadas con los caudales eran fuertemente acompañadas por buques perfectamente armados, como sucede hoy mismo en Somalia o el Golfo de Omán.
Sólo fue en el siglo XlX cuando las novelas de piratería alcanzaron su esplendor incrementado luego por el cine de aventuras.
En definitiva, he aquí la verdad que buscaba, los viejos bucaneros ayudaron a ocultar la pésima administración de un reino que lo tenía todo y lo despilfarró todo por incapacidad, falta de decoro, torpeza e ineptitud desmedida.
Las nuevas monarquías globalizadas han mudado la fachada por supuesto, pero siguen teniendo la misma idea original y corporativa:
Vivir de los demás sin trabajar, aunque tengan que cargarse el planeta completo.
Le pregunto a los economistas del mundo a qué isla llevarán a sus hijos o nietos cuando suba la marea de la crisis.
Oscar.
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