¿Qué instinto nos mueve
cuando nos sentimos atraídos por el misterio?
Muy a menudo nos presentimos
inclinados a abandonar nuestra realidad, el entorno y ambiente que palpamos
cada día, y nos sumergimos en interrogantes, hipótesis y sospechas que nos
abren una pequeña puerta ante hechos que muchas veces son totalmente
inaccesibles a nuestra razón. Muchos de estos enigmas sabemos que son ciertos,
reales, aunque no podamos comprenderlos, y creo que precisamente es esta
cuestión la que nos impulsa a investigar.
Como si de atravesar un
mágico portal se tratara, nos podemos llegar a emocionar ante pensamientos
extravagantes e incluso supersticiosos, activando algo en la mente que nos
empuja a apasionarnos por lo desconocido e inexplicable. Nos inquieta lo
escondido, lo hermético, formando conjeturas y especulando sobre ideas
románticas que envuelven todo un mundo velado y extraño, y ante el que quizás
mentes más prácticas y racionales, reaccionarán aludiendo que perseguir y
profundizar en el lado más secreto y oscuro de la vida es alejarse precisamente
del verdadero sentido de ésta.
No hay afirmaciones absolutas
para casi nada, y mis convicciones más íntimas me dicen que de vez en cuando me
deje arrastrar por incoherencias y pensamientos absurdos que al fin y al cabo
forman parte de la naturaleza humana, como también lo es el afán por descubrir
y llegar a entender los misterios del hombre y su existencia. Pues como dijo el
dramaturgo argentino Roberto Cossa: “Cuando se sabe todo no hay misterio. Y si
no hay misterio, no hay arte.”
Amparo.
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