Me he quedado dormido,
Tímida,
Ella
Entrelaza mis dedos
Y sonríe.
Ante mí
El despeñadero
La profundidad
Que arrebata mi otra mano
Para llevarme.
Ambas pujan
Pero yo
Impasible
Continúo en el letargo.
La una me besa
Acaricia desde la distancia
En el lugar despejado
Y todos los amores
Se vuelven la espiral sonora
Donde se cobija la sensibilidad
La compasión
La memoria y el texto del espíritu
La pasividad del entusiasmo.
Lo otro es una inquietud
Me desconoce,
No quiere elevarse
Niega el deseo de desear,
Estorba, daña, aísla, recluye.
La otra extremidad
La que me posee por dentro
Es una cárcel de ancianos descreídos
La misma inercia de la agitación simulada.
Justo en la cumbre de las sombras
Cuando el aliento apenas
Deja ver la madrugada
Cuando los brazos y auxilios
O penas o castigos
Abandonan sus jaulas más íntimas,
En ése mismo soplo
Me despierto
La miro
Puedo contemplarme
En sus ojos aún alejados
Que me recogen
Inundan el alma aturdida
Rozan sus labios y me sacudo
Despabilado me incorporo.
En ése relámpago
La mano de adentro se suelta…
Y me dejo vivir
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