martes, 17 de junio de 2014

No es país para jóvenes



“... lo obvio de una pregunta prohibida no es que nadie considere responderla, es precisamente esa negación lo que desentraña por sí mismo su significado oculto al no querer ser contestada”
Una tarde, pasábamos por el Carme Teatre cuando Amparo me comenta:
“Si toda la población del mundo se renueva completamente de un siglo a otro o poco más, ¿te has preguntado por qué razón la gente no cambia su manera de actuar y repite el proceso de sus padres o abuelos sin siquiera considerarlo?, es decir, dentro de 150 años no quedará nadie pero todo seguirá igual, dime si no es extraño”.
¿Eh?, ¿Cómo?, no lo había pensado, pero luego comencé a cavilar.
Para intentar romper el perímetro endogámico en que nos vemos atrapados todos los días por la inmediatez, es que deseo compartir la siguiente reflexión.
La derecha conservadora, ya sea rica o pobre, o esa entelequia del usufructo de cosas que funciona sólo en la mente como disparador de un supuesto estado mágico de la seguridad, posee un profundo vínculo de acoplamiento que no le deja ninguna duda a la hora de enarbolar su firmeza: el dinero, el poder derivado de su beneficio.
Este infantilismo nada casual , puedo demostrarlo, los mantiene muy unidos, claro, hasta que se traicionan entre ellos, por supuesto, aunque luego se reagrupen.
Es importante comprender que esta simpleza se encuentra arraigada en todas las clases sociales, y es que el dinero, esa representación en un papel cualquiera, es un fetiche donde sucumbe mucha ética de arrabal.
A veces pienso que “creemos” en cualquier cosa para poder continuar sosteniendo el muro que nos aplasta y aísla de la verdad, o de alguna verdad, por esa razón convertimos los sueños de la juventud en pesadillas de la vejez, y otra vez, como no, el suburbio de la vida se ha encargado de aparecer cuando menos lo esperábamos para aguarnos la pereza de pensar en serio las cosas.
Vivimos con pocos conocimientos y con amores, vamos, seamos sinceros, bastantes precarios, amores a precio de oferta, esa es nuestra tragedia griega, y lo peor, ningún dinero puede liberarnos.
Pasar tu existencia con una pareja inadecuada, aunque se tengan hijos muy queridos, aunque ambos actúen sin maldad, terminará por deteriorar tu paso en este mundo. Ni hablar cuando te maltratan.
Queremos corregir las sociedades y ni siquiera podemos hallar la belleza del cariño en los ojos de quien despertamos a su lado todos los días.
Un gran porcentaje de la población media o mayor no se soporta mutuamente, ¿qué le pueden pedir a su futuro?, ¿quién va a querer evolucionar la conciencia si han malgastado su tiempo?, incluso sin darse cuenta, que es lo peor de todo esto.
Parece menor, pero es el gran secreto, el corazón delator de Poe es el que ha gobernado la humanidad, y ya no sabe como cambiar su latido a pesar de saber que sufre una arritmia espiritual espeluznante.
He allí la inmensa incertidumbre de la Europa envejecida, por eso hablamos sólo de dinero, para no enfrentar esa soledad casi ecuménica.
¿Ahora puedes por fin entender el cincuenta y cinco por ciento de paro en los jóvenes?.
Para un anciano adinerado y poderoso, la jovialidad, es un estorbo intolerable que rechaza por envidia, y por eso también, son los supuestos adultos los que mandan a la guerra a los muchachos y señoritas engañados con cualquier excusa más o menos aceptable de patriotismo gallardo, aunque los ricos se les rían por la espalda. Ellos sabrán por qué van a esa cruzadas.
Cuando una sociedad entra en una crisis profunda, son precisamente los más pequeños los sacrificados, ¿quién murió en la cruz, el padre o el hijo?, la cultura se ha encargado de acicalar la terminología, pero una interpretación más exhaustiva de la realidad, nos indica que dejar fuera del sistema a la mitad de los jóvenes, implica una negación universal a sus derechos básicos, y si se aprueba semejante delirio, si esta idea se instala y acepta, entonces toda acción posterior será posible, los antropólogos conocen muy bien estos rituales ancestrales y la consecuente ausencia de voces que se opongan a este cruel sometimiento, lo demuestran.
Porque,seamos sinceros, no escucho muchas gritos que denuncien este sometimiento de la juventud.
La inmensa cantidad de población juvenil sacrificada para la perpetuidad de los “dioses ancianos” del establishment o su equivalente económico-social-religioso, encubre lo más recóndito del hombre, lo más hermético y reprimido por el narcisismo absoluto que impera.
He allí el infantilismo al que me refería, el narcisimo, o ese amor dirigido hacia sí y tomado como objeto, como único ser especial, mejor y más importante, de logros y talentos casi divinos, o sea, ellos mismos.
¿Por qué razón no se sacrifican, literalmente, a todos los yayos influyentes y acaudalados para que los más jóvenes puedan vivir sus “viva la pepa”?, sería lo más lógico, sin embargo, lo obvio de una pregunta prohibida que nadie considere responder, desentraña por sí misma su significado oculto al no querer ser contestada.
Los dejaría en franca evidencia.
Los pibes les dan asco, envidian la tersura de su piel, el brillo en lo ojos, y sobre todo, la ilusión que les une a la vida, ilusión que ellos han abandonado para acaparar bienes.
Tu piensas que estoy loco, lo sé, pero puedo evidenciarlo.
Vayamos a la ficción, que es donde mejor descansan mis certezas sobre la realidad:
En la obra de teatro de H.Ibsen (1882) “El enemigo del pueblo” el protagonista Thomas Stockmann descubre en su condición de médico, que el balneario de la ciudad tiene las aguas contaminadas, al intentar alertar a la población recibe el rechazo tajante de todos los vecinos e incluso la maldición de su propio hermano.
Estaba claro, el balneario era la mejor fuente de ingresos.
Todos hemos conocido personas progresistas que en su vida privada abusaban de sus familias, no es una condición sólo de los retrógrados ni de una clase determinada, es importante remarcar este aspecto por cuanto el uso diario y personal del dinero evidencia la proyección del imaginario colectivo, en donde, por aprobación, rechazo u omisión, estamos todos atrapados en los mandamientos que la moneda nos impone como medio de intercambio de bienes y servicios.
Parece obvio, pero muchas veces se le habla a la gente común como si los temas económicos, se trataran de una lucha paradigmática de intereses lejanos, apartados, remotos, sin hacerles comprender que ellos mismos participan y son responsables de la dinámica impuesta por el sistema.
Es obvio que el mensaje de la izquierda no llega diáfano, bastan las cifras de participación en las últimas elecciones para corroborarlo, y aunque esta realidad enoje a sus dirigentes, incluyendo hasta los libres pensadores ¿por qué no decirlo?, no hay nada más honesto que poner sobre la mesa todas las barajas, todos los colores, todos los juegos en que la mente se auto referencia para quedarse estática y pasar a atacar o defenderse.
Yo prefiero pensar andando y desandando todos los caminos, todos.
Los números no mienten, algo sucede y hay que enfrentarlo a cualquier precio.
Aquellos que tienen la sartén por el mango no necesitan más que ir modificando sus argucias para ir manteniendo su status e incluso incrementarlo, es más simple si se cuenta con todos los “medios”a su alcance y una sola idea para concretar sus objetivos: incrementar más y más sus arcas.
Los intelectuales no están al margen del estado de las cosas, forman parte de su tiempo social, y si bien son mirados con lupa, no dejan de tener un comportamiento parecido al resto de sus congéneres. Se requiere de mucho valor para interpelar al patrón cuando la nómina depende directamente que su mano firme el cheque, a pesar de que todo pueda ponerse en riesgo sino se hace nada al respecto, como muestra la pieza teatral de Ibsen,
Por esto es que nadie recrimina al estado capaz de entregar a su mocedad a los lobos.
Ahora bien, el pensamiento científico no evolucionó siempre en forma lineal, hubo períodos más consolidados y otros muy sombríos.
Sin embargo desde mediados del siglo XIX la humanidad ha impulsado un ritmo impresionante de aceleración constante y su tecnología va siempre por delante de las personas, incluso de algunos miembros con formación académica sobresaliente: a mayor experimentación mayor progreso y así sin detenerse.
No obstante, la segunda ley de la termodinámica nos advierte que la energía y la materia se degradan y corrompen a medida que el resorte del universo se expande sin orden aparente.
Parecería que el cosmos se apaga mientras se consume a sí mismo, como nosotros.
A mi entender, allí tropezarían todos los dogmas defendidos por todas las creencias y filosofías, ateos incluidos, que otorgan a la razón el epicentro de sus ideas, porque incluso la fe más extrema requiere de un proceso mental mínimo de comprensión en donde el creyente se posiciona como centro de su dios y le reclama.
Antes, lo bueno provenía del interior y lo malo, es decir, las pestes, los demonios, supersticiones, enfermedades, llegaban desde el exterior, nunca desde adentro, es la conducta del común de nuestra especie, así que cuando se comenzó a penetrar en el comportamiento y anatomía del cerebro, se hallaron caminos insospechados y sinuosos, y todo esto sin contar con la duplicación de la población mundial desde 1950 a hoy, cuyo algoritmo de problemas interdisciplinarios se ha disparado en forma exponencial.
La izquierda pretende combatir con políticas del pasado cuando “ellos”, “los padrinos del mundo”, ya evolucionaron en otra dirección, por eso no vislumbramos el futuro, y dejo en claro que no pongo en duda la honestidad de mucha gente de bien, pero los nuevos escenarios impensados por la población nos dejan fuera, de ahí la perplejidad general ante el intempestivo ataque de la derecha mundial y su aceitada maquinaria comunicacional. No son sus guerras el avance, son las 24 horas de propaganda sin cesar ni un segundo, donde se desarrolla la verdadera batalla en nuestras cabezas, porque las multinacionales no tienen nacionalidad, tienen codicia ilimitada y sólo toman sentido cuando les aprobamos el procedimiento que se han inventado para vivir como reyes.
Alimentamos el engaño persiguiendo el sueño de ser ellos.
Esta inmovilidad de los excluidos genera temor en los que participan del mercado laboral y promueve dos herencias: el no enfrentar las nuevas condiciones del trabajador que ve desplazar sus derechos, y luego, al estabilizarse la situación, se produce un bloqueo emocional que lleva a la insolidaridad o pánico a ser despedido y reemplazado.
Sólo basta con ver las horas extras hechas en las empresas sin poder siquiera oponerse a realizarlas para que otro ciudadano pueda incorporarse, o sin negarse para acrecentar su nómina, e incluyo a ciertos delegados de distintos sindicatos cuya ética pongo en duda.
Entonces, cuando una población de desempleados supera el límite de lo tolerable al dejar de cobrar su paro, además de aumentar los impuestos al caer la recaudación, se produce una ruptura financiera del mercado interno porque hay menos dinero en circulación, eso desencadena más despido y la economía entra en fase primero de deflación, se compra o se vende poco y nada, para luego convertirse en implosión, cuya etapa comienza con el derrumbe del sistema bancario arrastrando al resto de los sectores con distintos y variados resultados.
De allí el miedo que separa a los “incluidos” de los que quedaron fuera.
Pero volvamos a Ibsen y la negación del problema, o mejor dicho, regresemos a la literatura que es donde realmente habita la conciencia y la memoria de la humanidad:
Algo similar sucedió en Inglaterra con los escritores modernistas, explicado perfectamente por el historiador y sociólogo Jhon Carey en 1992 en su libro “Los intelectuales y las masas”, reconocido profesional, claro, debo decirlo, hasta el mismo momento que se le ocurrió presentar esta tesis.
Es para reír, no se salva ni la inmaterialidad de la cultura cuando les tocan el bolsillo a los abuelos-dioses apalancados en las doctrinas del dogma, de cualquiera, el que más te guste.
Lo que Carey narraba, era que durante el siglo XVIII comenzó un crecimiento y ascenso de las clases trabajadoras a su educación lo que provocó una avariciosa conducta en algunos círculos literarios, cuya reacción a la posibilidad de perder sus privilegios hizo que depositaran en los libros sus peores alucinaciones.
Divide a estas élites en dos grupos, el primero se dedicó a sólo a insultar adoptando un estilo difícil o para marginar, y cita a T.S. Eliot, W.B. Yeats, E.M. Forster, y hasta una de las abanderadas de los primeros brotes del feminismo inglés, Virginia Woolf y menciona:
“Vulgar...obrero autoeducado...muchacho desplumado de una escuela del suburbio...gente que apesta...parásitos…De dónde sale el dinero para alimentar a estas babosas blancas?”
Epa! primorosa la piba ¿no?, increíble ¿verdad?.
El segundo grupo era peor, tomaron partidismo por la eugenesia y fueron G.B Shaw, R.Heppenstall, D.H.Lawrence que escribió: “Si me dejaran construiría una cámara letal tan grande como el Crystal Palace...me adentraría por las callejuelas y avenidas, y recogería todos los enfermos, a los lisiados e imposibilitados; los conduciría con delicadeza a una cámara letal, y ellos me darían las gracias sonrientes”
Pero el personaje más representativo es H.G.Wells en “La guerra de los mundos”, un relato de ciencia ficción muy de moda que escondía una declaración de propósitos cercanos a la “solución final”.
Un soldado agradece que los marcianos hayan exterminado a : “los inútiles, los engorrosos y los infectos...deberían morir de buena voluntad. Después de todo es una manera de traición vivir para infectar la raza”
¿A que atemoriza sólo de pensarlos como grandes artistas?, esa sensación de admirar a verdaderos miserables, ¿a que sí?.
Arribamos al límite de reconocer que el intelectual es sólo otro humano más dentro del contexto, y es sumamente complejo escapar de la realidad, requiere de otros valores donde no cuenta la cultura.
Rousseau sermoneaba que los niños eran la inocencia o la única verdad, y predicaba una educación ilustrada para ellos, sin embargo no dudó en mandar a sus hijos a un internado para escribir con tranquilidad ante los gritos de los “angelitos”.
Lee bien, el padre de la pedagogía hizo crecer a sus críos en colegios pupilos porque les molestaba.
Es deber de toda persona de bien, tenga la ideología que fuere, el machacar y machacarse hasta encontrar el nexo que tienda lazos genuinos con el sentido común, un ida y vuelta con personas más o menos sanas, para simplemente buscar el mejor fenómeno de transferencia, pero no la de comunicación de masas, no me refiero a un acercamiento conceptual, sino a un meta mensaje afectivo de nosotros mismos cuando estamos de entre casa y en pantuflas, mientras nos acercamos fraternalmente a un amor o a un amigo para compartir lo que sea.
Y quizás por todo esto es que los viejos funcionarios del reino de Valencia hayan decretado el cierre de la sala Carme Teatre, después de 19 años ahora se ha vuelto inseguro para su público.
Si no superamos esa mezquindad, que sólo es simple ignorancia disfrazada de aquél adulto infantilizado que nombramos al principio, nuestro ciclo, generación tras generación, seguirá dañándonos.
Arnaldo Rascovsky, investigador del filicidio, 28/1/1978, El País.
"El asesinato de los hijos está en el origen de nuestras cultura”
“La educación continúa el proceso filicida. Son los ritos de iniciación por los que la generación adulta fuerza a los nuevos individuos a adaptarse a las pautas culturales vigentes, que muchas veces no son sino la barbarie establecida. «Entre los cazadores de cabezas, por ejemplo -se nos explica-, un muchacho no es mayor hasta que no corta una cabeza. Vemos entonces a niños aterrorizados, esperando largos períodos de tiempo, en el bosque, hasta encontrar alguien a quien cortar la cabeza. Los procesos educacionales someten a los muchachos a múltiples necesidades inútiles, necesidades sádicas de las clases dirigentes. Buena parte de las enseñanzas médicas son obsoletas, incluida la educación universitaria. En medicina, por ejemplo, no se enseña casi nada de la relación médico-paciente. Otro ejemplo: ¿Para qué sirve enseñar a hacer buena letra en la era de las máquinas de escribir?”...
“Pero los ritos de iniciación, los hábitos educativos, tienen otra finalidad: «Se trata -dice- de asegurar la dominación generacional. Hay investigaciones, como la de Gerome Frank, ex profesor de la Universidad John Hopkins, que revela hasta qué punto llega la dominación gerontocrática. Cuando Roosvelt tenía en sus manos la dirección del mundo, estaba muy enfermo. Wilson estuvo loco ocho meses durante su mandato. Forrestalt, ministro de Defensa norteamericano, tuvo en sus manos la posibilidad de accionar la bomba atómica, mientras estaba prácticamente paranoico. Creía que las sombrillas de las playas eran detectores instalados por el enemigo, y acabó tirándose por la ventana. ¿En manos de quién estamos? ¿Qué sentido tiene elegir personas de 92 años para gobernar, como en el caso de Adenauer? Esto no son sino pruebas de la presión de la antigua generación.»
Oscar Cusano

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